El miércoles 26 de noviembre el grupo de foto periodismo visitamos la Bodega Señorío de Otazu. Fue una experiencia nueva la verdad. EL fruto del viaje fue una bonito recuerdo, consejos sobre enología y muchas fotos...
Era una mañana de diciembre, o una tarde quizás, lo de verdad importante es que hacía frio, y era el mismo frio que me había levantado aquel día, y que llevaba dentro, recordándome lo bien que se estaba en la cama.
Era la tarde de un miércoles cualquiera, finales de noviembre. Olia a navidad, pero también a parciales y trabajos. Uno más no alteraria en nada mi estado vejetativo ¿o sí?
Cómo un lastre, me deje caer en el asiento del copiloto. El coche era el típico de estudiante. ni muy limpio, ni muy sucio. Encendí la cámara dispuesto a acabar con mi somnolencia antes de llegar a nuestro destino...
Tras una entrada triunfal, se hizo corrillo alrededor de la guia, que nos animaba a hacer las preguntas que quisieramos. Por un extraño motivo me veía en la obligación de preguntarle algo, pero ¿Qué sabia yo de vinos?
tras una breve introducción bajamos a las bodegas. Olían a vino. ¿A qué si no? nada nuevo. pero aquellas bodegas eran especiales. tenían algo. Sin previo aviso, la gente se disperso, haciendo fotos de todo, y yo decidí hacerlas de todos. Supongo que tiene su encanto.
tras un breve inciso, introduje mi camara debajo de una de las copas que inmaculada esperaba su turno para ser estrenada de nuevo por el vino. encendí, y disparé.
Desconozco qué puede transmitir la cabeza de Oriol (aparte de su poco buen gusto en el fútbol), o Leyre, pero algo me impulso a continuar en mi afán de realizar fotos de aquellos que las hacían. Te pillé. creo que es lo que pensé.
Era una mañana de diciembre, o una tarde quizás, lo de verdad importante es que hacía frio, y era el mismo frio que me había levantado aquel día, y que llevaba dentro, recordándome lo bien que se estaba en la cama.
Era la tarde de un miércoles cualquiera, finales de noviembre. Olia a navidad, pero también a parciales y trabajos. Uno más no alteraria en nada mi estado vejetativo ¿o sí?
Cómo un lastre, me deje caer en el asiento del copiloto. El coche era el típico de estudiante. ni muy limpio, ni muy sucio. Encendí la cámara dispuesto a acabar con mi somnolencia antes de llegar a nuestro destino...
Tras una entrada triunfal, se hizo corrillo alrededor de la guia, que nos animaba a hacer las preguntas que quisieramos. Por un extraño motivo me veía en la obligación de preguntarle algo, pero ¿Qué sabia yo de vinos?
tras una breve introducción bajamos a las bodegas. Olían a vino. ¿A qué si no? nada nuevo. pero aquellas bodegas eran especiales. tenían algo. Sin previo aviso, la gente se disperso, haciendo fotos de todo, y yo decidí hacerlas de todos. Supongo que tiene su encanto.
tras un breve inciso, introduje mi camara debajo de una de las copas que inmaculada esperaba su turno para ser estrenada de nuevo por el vino. encendí, y disparé.
Desconozco qué puede transmitir la cabeza de Oriol (aparte de su poco buen gusto en el fútbol), o Leyre, pero algo me impulso a continuar en mi afán de realizar fotos de aquellos que las hacían. Te pillé. creo que es lo que pensé. 
Al final de la visita, el profesor Juan Cañada nos animo a realizar una cata abriendonos las puertas del cielo a algunos profanos cómo un servidor que descubrio algo nuevo que resultó gustarle. No es nada nuevo, pero por eso es un verdadero descubrimiento, con todas sus consecuencias.
...Nos llevamos un buen recuerdo...
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